ElEspañol| 15.09.2024

Siempre se ha hablado de la medicina como una profesión completamente vocacional, algo que hace que quien se dedica a ella quiera hacerlo a toda costa. Sin embargo, en los últimos años, se ha podido observar un desgaste de muchos de estos profesionales que les ha llevado a querer dejarlo todo. El síndrome de desgaste profesional o burnout afecta a todo el sector sanitario, estando muy presente en los oncólogos médicos. Según datos de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), un cuarto de estos especialistas se plantea cambiar de rama y un 38% baraja, incluso, abandonar la profesión.

El burnout tiene dos características principales que son la desmotivación en el trabajo y la desconexión de las emociones, según Guillermo Fouce, doctor en Psicología y profesor de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). “Haces las cosas sin sentido”. Esther García conoce bien el problema. Es oncóloga médica en el Hospital La Fe de Valencia y comenzó a sufrirlo en 2021 tras la pandemia de covid-19. En ese momento, los profesionales sanitarios se encontraron con una sobrecarga de trabajo acumulado que no habían podido atender debido a la crisis.

Siempre se ha hablado de la medicina como una profesión completamente vocacional, algo que hace que quien se dedica a ella quiera hacerlo a toda costa. Sin embargo, en los últimos años, se ha podido observar un desgaste de muchos de estos profesionales que les ha llevado a querer dejarlo todo. El síndrome de desgaste profesional o burnout afecta a todo el sector sanitario, estando muy presente en los oncólogos médicos. Según datos de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), un cuarto de estos especialistas se plantea cambiar de rama y un 38% baraja, incluso, abandonar la profesión.

El burnout tiene dos características principales que son la desmotivación en el trabajo y la desconexión de las emociones, según Guillermo Fouce, doctor en Psicología y profesor de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). “Haces las cosas sin sentido”. Esther García conoce bien el problema. Es oncóloga médica en el Hospital La Fe de Valencia y comenzó a sufrirlo en 2021 tras la pandemia de covid-19. En ese momento, los profesionales sanitarios se encontraron con una sobrecarga de trabajo acumulado que no habían podido atender debido a la crisis.

La especialista describe este fenómeno como algo concentrado en periodos cortos que suelen repetirse cada año. Se trata de momentos como las vacaciones de Navidad, las de verano o bajas laborales. Las vacantes no se suelen reponer y se añade más carga laboral al personal que queda. “Es algo más habitual de lo que debería”, lamenta.

Antonio Cano, catedrático de Psicología en la UCM, agrega que esa falta de recursos humanos hace que tengan que elegir “entre cuidarse o cuidar a sus pacientes”. El carácter vocacional y la carga emocional de la profesión sanitaria son dos factores que les hacen más vulnerables al burnout, cuenta.

La principal motivación para elegir una profesión como la suya es saber que se va a ayudar a las personas. No obstante, aunque cada vez tienen más herramientas que mejoran los resultados, disponen de menos tiempo y espacio, se queja. Además, García hace hincapié en que el suyo es un trabajo que requiere una entrega total, pero ante una situación así, “la energía y la empatía no son infinitas”.

García pertenece a ese 38% de profesionales que ha valorado abandonar la medicina. Esa sobrecarga de trabajo conlleva sacrificar gran parte de su vida personal. “Te das cuenta de que hacer bien tu trabajo tiene un coste muy alto”. La oncóloga reconoce haber pasado “baches muy importantes que me han hecho replanteármelo todo”. Describe también una situación en la que los profesionales se dan cuenta de que no respetan los consejos de buenos hábitos de salud que dan a sus pacientes.

La doctora reconoce que salía agotada del trabajo y no tenía energía para hacer nada más. Lo describe como un círculo vicioso: “Ves que se mantiene en el tiempo y te vas aislando”. Esto hizo que dejara a un lado sus hobbies, ya no hacía deporte y casi no veía a sus seres queridos. Ella intentaba trabajar al mismo ritmo que siempre, pero era imposible debido al cansancio. Fouce detalla que, en muchas ocasiones, como mecanismo de defensa se desconecta motivacional y emocionalmente del trabajo. García tenía muy claro que no quería que le ocurriera algo así: “No quería convertirme en un robot”.

Para no llegar a ese punto, decidió buscar ayuda psicológica. Su terapeuta le planteó la opción de pedir una baja laboral, pero vio que no serviría de nada porque “a la vuelta seguiría el problema”. En terapia consiguió desarrollar algunas herramientas que le han ayudado a lidiar con el burnout. Una de ellas es la importancia del autocuidado, por ejemplo, dedicar tiempo al ocio y al deporte. Otras pautas son establecer un límite, al tiempo extra que dedica al trabajo o hablar con compañeros de lo que le ocurre para poder intercambiar experiencias y desahogarse.

Ese último aspecto es muy importante, destaca Fouce: “No se trabaja con ellos en que vacíen sus emociones, que hablen de ello”. El psicólogo sugiere que es necesario que dispongan de espacios donde poder trabajarlo. Incluso, a veces se puede trabajar de forma grupal para que vean que no están solos.

Para lidiar con ello, García se focaliza en sus pacientes y en lo gratificante que le resulta saber que les ayuda. La especialista asegura que lo que recibe de ellos siempre es superior a la energía y el tiempo que invierte. Sin embargo, reconoce: “Me gustaría trabajar en unas condiciones en las que no lo pasara mal para poder hacerlo”.

Una sobrecarga doble

La especialista expone que el problema del burnout se sustenta, principalmente, en dos patas: la carga emocional y la sobrecarga laboral. En su día a día deben tomar decisiones que impactarán en la vida de sus pacientes y eso también les afecta a ellos, lo que puede derivar en el desarrollo de una fatiga por compasión. “Acabas agotado en cuanto a escuchar situaciones complejas que cuesta mucho resolver”, agrega. Cano, del UCM, asegura que más del 70% de estos especialistas experimenta un alto cansancio emocional en su trabajo.

Esta carga emocional fue la que le llevó a formar parte del Grupo de Trabajo de Resiliencia de la SEOM. La oncóloga cree que si se trabaja este aspecto, además de incrementar la empatía y enriquecer la comunicación con el paciente, podrán lidiar mejor con el estrés que les supone su empleo.

La sobrecarga laboral es aún peor que el efecto emocional porque es algo que ni siquiera está en las manos de estos profesionales, defiende la especialista. El efecto en la salud mental de su empleo es algo en lo que los profesionales pueden trabajar para mejorarlo. Sin embargo, no pueden hacer nada respecto a la falta de personal y recursos y el exceso de pacientes al que se enfrentan. “Es una situación que si se mantiene en el tiempo es insostenible y te vas a romper”. Al final se traduce en que le tienen que dedicar menos tiempo a cada caso, desgrana. “Marca más el día a día y no te permite desarrollarte como te gustaría”.

Un problema estructural

La oncóloga indica que los datos publicados por la SEOM muestran que este agotamiento es “un problema estructural del sistema”. Para Fouce, las cifras son significativas pero no llamativas: “Se repiten a lo largo del tiempo porque realmente es una profesión que quema”, añade. El profesor de la UCM defiende que las instituciones deberían incluir el burnout y el estrés en el trabajo en sus agendas y considerarlos, incluso, un riesgo laboral.

Cano y Fouce coinciden en que falta mucha concienciación sobre este tema. “Siempre se ha valorado la carga física del trabajo, pero no la emocional y la mental”, lamenta el segundo. El catedrático de Psicología cree que también falta empatía hacia los sanitarios por parte de los pacientes.

García considera que el burnout es una señal de que los oncólogos quieren hacer bien su trabajo. “El malestar que viene de que realmente no queremos sacrificar esa calidad en la asistencia”, cuenta. La oncóloga y los dos psicólogos creen que para atajar el problema es necesaria la intervención desde las instituciones. “Se deben implementar medidas organizacionales para prevenirlo y cuidar la salud mental en el trabajo”, defiende Fouce.

Cano asegura que ese proceso pasa por destinar más recursos, económicos y humanos, a la sanidad pública. También considera importante que estos profesionales recibieran información específica sobre el tema para que pudieran reconocer lo que les ocurre y pudieran actuar. García está de acuerdo con él y hace hincapié en que se debe mejorar la formación en resiliencia para ayudar a los sanitarios a abordarlos. Sin embargo, lo más necesario, continúa la oncóloga, es un cambio a nivel global de toda la estructura. “Lo único que quiero es que me permitan el espacio y el tiempo necesario para poder desarrollar mi trabajo”, concluye.

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